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Alejandro Zambra: Poeta chileno

Escrito de maravilla, acierta con el tono en cada momento, arranca una sonrisa a la vez que conmueve y es un prodigio de empatía con aquellos que alguna vez hemos intentado enfrentarnos a un folio en blanco.

424 págs., 20,90€ / Edita: Anagrama.

Cuando se lee un libro que todo el mundo alaba y del que se vierten páginas de admiración, uno trata de hacerlo lo menos condicionado posible, evitando incluso de reojo las miradas a la contra de la cubierta. Con ese propósito no reconocido abiertamente, no sólo buscamos huir de cualquier referente que contamine nuestro juicio, sino también queremos hacer de su lectura una aventura exclusiva, personal, hacerlo nuestro y de nadie más. Así es como, poco a poco, ajeno a cualquier distracción e influencia previa, me sumergí en “Poeta chileno”, dejando que me llevara de la mano por un recorrido, al parecer imprevisto para el propio autor.

Zambra procura no tomarse en serio a sí mismo, que es lo más serio que se puede hacer

Alejandro Zambra ha escrito un libro que encuentro magnífico, y que a cada uno se lo parecerá igualmente, aunque por diferentes razones. A mí por varias: que escribe de maravilla, que acierta con el tono en cada momento, que arranca una sonrisa a la vez que conmueve y que es un prodigio de empatía con aquellos que alguna vez hemos intentado enfrentarnos a un folio en blanco con la obstinación de compartir nuestros pensamientos. Porque habla de escritores, pero de unos muy especiales, de los poetas, que quizás sin duda son una especie distinta al resto. Es decir, que habla de metaliteratura, sí, pero sin la pedantería y el narcisismo que siempre acompañan a estos textos, desde el más profundo de los respetos al arte de escribir, es decir, desde la autoparodia. Gonzalo y Vicente, padrastro e hijastro, son poetas a su pesar. Por vocación, por actitud, por esa determinación que nada tiene que ver con el talento, y que podría considerarse un talento en sí. Comparten períodos de su vida, se alejan y se reencuentran, como el resto de los personajes, que siempre están presentes unos en las vidas de los otros, especialmente en las ausencias. Como en el caso de Pro, la periodista gringa de la que se enamora Vicente, y que en su empeño por escribir un reportaje original sobre Chile a través de sus poetas, es utilizada por Zambra para glosar un divertidísimo e imaginativo muestrario de personajes cuyo principal talento es la impostura, buscar la originalidad a toda costa.

Zambra procura no tomarse en serio a sí mismo, que es lo más serio que se puede hacer, de forma que después de una reflexión de gran calado y brillantez, se para los pies a sí mismo con alguna broma ingeniosa y divertida o se incluye en el relato por sorpresa para confesar que se enamora de sus propios personajes y que no sabe qué va a ser de ellos. Por todo lo expuesto, y muchas otras cosas que tienen que ver con lo arriesgado de una propuesta a la vez cómica y profunda, con el placer de dejarse llevar por sus sorprendentes digresiones capaces de mostrar miradas originales donde otros no verían nada, me gusta este libro y por eso no dudo en recomendar su lectura. 

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