Cuando leí Sin ti no hay nosotros de Suki Kim, un libro sobre una profesora surcoreana que estuvo dando clases a los cachorros de la élite norcoreana, lo que me pareció más espeluznante fue el relato de cómo la constante en la interactuación con sus alumnos era el choque con unos sofisticados mecanismos protectores de autocensura que hacían que estos se mostraran insondables pues habían perfeccionado el arte de mentir con escalofriante naturalidad. Leyendo el descorazonador La acusación, llegamos a comprender hasta qué punto la represión del pensamiento y la paranoia al más mínimo desvío de la ortodoxia oficial ha convertido a los habitantes de esta orweliana dictadura en actores profesionales y expertos en espionaje colectivo muy a su pesar.
Nos habla de padres aterrorizados ante la idea de que su hijo pequeño llore en público ante una imagen de Marx, de trenes con personal hacinado hasta la asfixia para que el “amadísimo líder” pueda disfrutar en exclusiva de parte la red ferroviaria (…)
Nos aseguran que Bandi, que en coreano significa “luciérnaga”, es un autor (¿vivo?) norcoreano que perteneció a la Federación de autores de Choseon, una especie de órgano supremo de agitprop al servicio del “líder supremo”, que de manera inverosímil ha sido capaz de sacar del país más hermético del mundo un manuscrito con siete relatos que describen desde dentro la tragedia y la absurda arbitrariedad sin límites que lo rige. Lo cual, si uno se para a pensar, resulta perfectamente creíble si pensamos en aquello de que la realidad supera a la ficción.
Las historias que cuenta Bandi, que escribió este manuscrito entre los años 1989 y 1997, coincidiendo con el período de mayor hambruna del régimen, resultan absolutamente conmovedoras. Con un estilo de gran calidad literaria y una ironía sutil, Bandi nos habla de padres aterrorizados ante la idea de que su hijo pequeño llore en público ante una imagen de Marx, de trenes con personal hacinado hasta la asfixia para que el “amadísimo líder” pueda disfrutar en exclusiva de parte la red ferroviaria en sus obscenamente lujosos desplazamientos privados o de la imposibilidad de encontrar una simple flor en todo Pyongyang, literalmente esquilmada en las concienzudamente programadas y nada espontáneas muestras de devoción multitudinaria hacia Kim-Il-Sung, donde los más sentidos participantes son familiares de víctimas del régimen. Un libro muy recomendable para el que hay que estar preparado psicológicamente.