La nostalgia es un reclamo frecuente del cine como industria. Las ideas nuevas o los caminos inexplorados suponen un riesgo monetario que los estudios no asumen alegremente. Prefieren la aparente seguridad de relatos de éxito reformulados en precuelas, secuelas o recreaciones de esos universos preexistentes. No me parece mal si el resultado es fresco, original o divertido. En el actual y creciente ‘revival’ ochentero no siempre funcionan estas revisiones a títulos rompedores de una década particularmente prolífica en taquillazos. Los Goonies, Karate Kid, Stars Wars, Indiana Jones, Aliens, Terminator, Halloween o la propia Los Cazafantasmas forman parte de una época dorada del cine y de la cultura de videoclub. Un recuerdo de nuestra infancia cuya grata revisita podemos realizar a través de series como Strangers Things o Dark o en películas como Super 8 o It, amén del vasto universo de ‘remakes’ de títulos con pedigrí ochentero.
La cinta de Reitman elabora su propio relato trufado de múltiples guiños a la de 1984
El director Jason Reitman también se nutrió en su infancia de ese cine ochentero del que su propio padre, Ivan Reitman, formó parte con varios títulos de éxito como El pelotón chiflado (1981) o Los Cazafantasmas (1984) y su secuela del 89, entre otros. Un tipo de cine directamente ligado al Saturday Night Live, show de la NBC nacido en los 70. De hecho, los actores y creadores del guión de la Cazafantasmas original salieron de aquella pródiga cantera de excelentes cómicos. Harold Ramis y Dan Aykroyd partieron de una idea de este último, quien tenía entre sus antepasados a varios estudiosos de lo paranormal. Y tras superar no pocas objeciones y dudas acerca del proyecto, la cinta triunfó, tuvo su propia secuela poco después y, con el tiempo, se convirtió en una icónica comedia de la época.
La película de Jason Reitman sí engarza con el relato de las originales a diferencia del feminizado y flojo spin-off de Paul Feig. Se echa un vistazo al presente de aquellos emprendedores que triunfaron salvando Nueva York de dos invasiones fantasmagóricas. Con la despierta y crédula mirada de Phoebe (Mckenna Grace) y Podcast (Logan Kim), la cinta recupera el remoto recuerdo de unos héroes caídos en el ostracismo. Una inteligente decisión la de asumir el punto de vista de unos críos para abundar en el pellizco nostálgico de la propia infancia del espectador adulto; seguro que más de uno jugó a ser un cazafantasmas o improvisó algún disfraz emulando a estos científicos molones. Aparte de que, en esta era del conocimiento al alcance de un clic, resulta más verosímil que sean niños quienes desempolven aquellas increíbles hazañas.
Trazado el puente con el pasado, la cinta de Reitman elabora su propio relato trufado de múltiples guiños a la de 1984. Utillaje para la caza, fantasmas y viejos personajes reconocibles irán reapareciendo como si hojeásemos un álbum repleto de gratos recuerdos. El guión traza nexos de unión entre antiguos y nuevos protagonistas y une tramas con eficacia aunque sin grandes sorpresas ni hallazgos argumentales. Porque, en el global de la cinta, pesa mucho más el espíritu de tributo sobre el de tratar de innovar con una vieja fórmula actualizada para la ocasión. Si la meta de Reitman era ésa, así como la de rendirle un merecido homenaje al difunto Ramis, lo ha conseguido con este gratificante viaje a un lugar al que siempre apetece volver.