Es lógica cierta exageración en las frases de críticos escogidas para las promociones de los filmes. Pero me llamó la atención, por su grandilocuencia, una de las empleadas en el anuncio televisivo de El buen pastor. «El Padrino de las películas de espías», decía la frase adjudicada a un crítico excesivamente entusiasta. Porque, la verdad sea dicha, la tercera cinta de Robert De Niro en la dirección no es ni mucho menos para tanto. De bella factura y eficaz realización, la cinta flojea en muchas partes de su largo metraje y, por momentos, bordea lo soporífero en su relato sobre el origen de la poderosa CIA.
La recomendaría por su valor testimonial acerca del trabajo de fontanería llevado a cabo por espías solitarios
La historia de esta popular agencia de espionaje es contada a través de la vida de uno de sus más insignes miembros fundadores: el agente Edward Wilson (interpretado fría e inexpresivamente adrede por Matt Damon). En sus años de juventud, Wilson es descrito como un sobresaliente estudiante de fuertes convicciones patrióticas. Pero, conforme se involucra en la sucia labor de la agencia, su vida quedará marcada por continuas renuncias: a la mujer que verdaderamente amó, a su pasión por la poesía o al cuidado y protección de su hijo.
Para añadir cierto suspense a un relato prolijo y difícil de seguir a poco que no se esté medianamente fresco, el guión de Eric Roth (Munich, El dilema…) propone una estructura fragmentada del relato. Una investigación concerniente a un fiasco de la CIA en Bahía de Cochinos siembra una intriga inicial cuyo desenlace quedará postergado hasta al final del filme para narrar, entre tanto, los pormenores de cómo nació esta agencia y de cómo Wilson fue labrándose un intachable prestigio de agente frío y eficaz.
De Niro dirige a la perfección a la pléyade de grandes actores de su extenso reparto. William Hurt, Michael Gambon, Joe Pesci, John Turturro, Alec Baldwin o Angelina Jolie, además del propio De Niro, interpretan con solidez cada uno de sus breves roles. No obstante, y a pesar de virtudes como ésta, la cinta pierde interés en algunas de sus numerosas subtramas. Otras sí juegan un papel sustancioso para detallar cómo se gestó esta sociedad secreta destinada a dirigir, cual titiritero global, los hilos de la política internacional en favor de los intereses norteamericanos. La recomendaría por su valor testimonial acerca de ese trabajo de fontanería llevado a cabo por espías solitarios y alejados por completo de la glamurosa imagen que el cine ha fomentado en tantas otras ocasiones.
Otras opiniones…
Rosenrod, de ‘Dioses y Monstruos’: «Robert De Niro se excede en sobriedad a la hora de contarnos los orígenes de la CIA en El buen pastor».
Jose, de ‘Cine’: «Estos actores metidos a directores, como Clooney en Buenas noches y buena suerte, Banderas, o De Niro, parece que dirigen para que sepamos que no son tontos».