En los últimos años, pocos directores han apuntado tantas maneras al poco de echar andar su carrera como Christopher Nolan. No sé me ocurre una carta de presentación más rotunda como el haber dirigido y escrito Memento, una cinta original, cerebral y con un poder de seducción que, al poco tiempo de estrenarse (año 2000), la convirtió en una película de culto de forma instantánea. Es lógico que las ofertas más atractivas y adineradas le llovieran justo después de este fenomenal éxito. Su siguiente trabajo, otro thriller con personajes en situaciones angustiosas, ya contó con actores de talla sobresaliente como Al Pacino. Insomnia era una película interesante, pero de escasa brillantez. A este filme le siguió su debut en una superproducción con Batman Begins. Nolan demostró de nuevo su capacidad para hacer arte con casi todo lo que toca, tenga o no miles de millones tras de sí. Por todo lo contado había depositadas tantas expectativas en El truco final (The Prestige), y por eso mismo, algunos nos hemos quedado con la miel en los labios esta vez.
Los más avezados resolverán el juego de engaños con mayor anticipación que otros, pero la sensación de todos al término de la larga función equivale a haber completado un complejo sudoku
La película se limita a ofrecer el típico juego de muñecas rusas en el que el espectador va conjeturando qué se esconde al final de cada giro argumental. Los más avezados resolverán el juego de engaños con mayor anticipación que otros, pero la sensación de todos al término de la larga función creo que equivale a haber completado un complejo sudoku. Ni siquiera termina de enganchar la historia de amistad devenida en odio entre dos de los mejores magos de su tiempo. Y pese a que todos sus elementos artísticos (interpretaciones, vestuarios o fotografía) rallen a una altura más que estimable, a uno le queda la sensación de haber asistido a una cinta excesivamente fría y sólo preocupada por esconder celosamente todos sus recovecos argumentales.
Resulta curioso que esta cinta haya coincidido con otra de similar contexto como El ilusionista y que, en ambos casos, la magia haya brillado más bien por su ausencia. Parece que, tras tanto empacho de trucos, en ninguno de los dos trabajos hemos logrado ver el ansiado prestigio que todo gran mago debe ofrecer al término de su actuación.
Otras opiniones
José, en Cine: “El problema de estos directores tan cerebrales como Nolan es que ponen la historia al servicio de una idea, de un truco.”
José A. Peig, en Imágenes y Palabras: “Se quiera reconocer o no, en el aspecto humano, en el corazón verdadero de la historia, la película es demasiado tosca y mecánica.”