Uno se queda apenado por esos niños a los que se les aplica un cruel lavado de cerebro y se les obliga a seguir, con sufrimiento, los desquiciados principios de esta nueva fórmula de integrismo occidentalImagine que un día, mientras ve las noticias o un documental del canal Historia, asiste perplejo a la homogénea y radical formación de las Juventudes Hitlerianas o, en tiempo presente, a la de unos niños musulmanes adiestrados por talibanes. Probablemente piense que es horrible educar de esa manera a la inocente mente de un niño aún en plena fase de formación, y también piense para sí que sería imposible la aplicación de tácticas similares entre los niños y adolescentes de nuestras sociedades ‘avanzadas y democráticas’. Pero si tiene la suerte de poder visionar el clarividente y espléndido documental Campamento Jesús (Jesus Camp), nominado al Oscar de su categoría este año, todo lo anterior le parecera de lo más discutible.
Título: Jesus Camp (El Campamento de Jesús)
Año: 2006
Duración: 87 min.
Género: Documental
País: Estados Unidos
Dirección y guión: Heidi Ewing y Rachel Grady
Música: Michael Furjanic, Neill Sanford Livingston
Fotografía: Mira Chang, Jenna Rosher
Producción: Magnolia Pictures presenta una producción A&E Indiefilms / Loki Films
Web: www.jesuscampthemovie.com
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El documental de Heidi Ewing y Rachel Grady está rodado en EE.UU. y se centra en la rampante y poderosa comunidad de ciudadanos creada en torno a la Iglesia Evangélica. Concretamente, la cinta narra cómo son reclutados niños de unos 10 años y edades inferiores para el campamento de Dakota del Norte, Kids of fire, dirigido por Becky Smith (la señora de la foto). Una vez allí, uno presencia, con no menos perplejidad a la anteriormente vista en la fase de captación inicial, cómo estos niños son educados en ‘supuestos’ valores cristianos con prácticas propias del integrismo religioso más radical.
Les instan a retomar el control de su país, al grito de que son soldados de Cristo, para evitar ‘contaminaciones’ procedentes de etnias no cristianas como musulmanas o de otra índole. Veneran cual paso de Semana Santa una fotografía del presidente Bush (declarado seguidor de los evangélicos) y piden a Jesús que ilumine a éste para poner toda la nación bajo Dios («one nation under God«). Todo estos mensajes son presentados en espectaculares ‘shows’ similares a un concierto, con efectos de sonido y luz, a unos niños que llegan a entrar en trance en los momentos cumbre del acto. Se les ve llorar a lágrima viva cuando rezan o se arrepienten de sus pecados, o se les ve cómo convulsionan sus cuerpos como si les diese el baile de San Vito cuando el Espíritu Santo va a entrar en ellos.
Pero el documental va más allá, y muestra como, tras todo este movimiento religioso, hay un manifiesto interés por acaparar el control político de las principales instituciones del país. De hecho, es ése, y no otro, el principal mensaje que machaconamente repiten en mucho de los actos de centrifugado cerebral, pidiendo el voto de manera descarada para grupos de poder similares al que Bush lidera en la Casa Blanca. Así, en estos ‘shows’ religiosos se habla más de poder y de identificar al enemigo (todos aquellos que no abrazan la fe de ellos, es decir, los distintos) para homogeneizar toda la sociedad en torno a sus principios evangélicos. De forma que no se ven muchas diferencias entre movimientos como éste y, por ejemplo, otros como el de supremacía aria.
En el documental, el contrapunto a este grupo lo ponen desde el influyente programa de radio Ring of Fire, de Mike Papantonio y Robert F. Kennedy Jr. En el espacio se advierte sobre el brutal crecimiento de este movimiento, que alcanza entre a 80 y 100 millones de noteamericanos. Se denuncia cómo este grupo resquebraja la división constitucional entre Estado y Religión y cómo se aprovechan de la tierna mente de los niños para extender su mensaje de división entre las generaciones futuras.
Terminado el documental, uno recapacita, entre la alucinación y el pavor, sobre el hecho de que alguien con ideas similares sea el presidente de la principal potencia del mundo. Pero, sobre todo, uno se queda apenado por esos niños a los que se les aplica un cruel lavado de cerebro y se les obliga a seguir, con sufrimiento, los desquiciados principios de esta nueva fórmula de integrismo occidental.
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Trailer del documental.