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Futuros apocalípticos


Los humanos no debemos fiarnos mucho de nosotros mismos a tenor de los negros futuros que, en la Literatura y el Cine, nos solemos autodeparar. Las prospecciones agoreras han sido una constante en obras como 1984, de Orwell, Fahrenheit 451, novela de Bradbury que Françoise Truffaut llevó al cine, en películas recientes como Matrix, de los Wachowski, o en V de Vendetta, un cómic de Alan Moore y David Lloyd adaptado también para el cine. Equilibrium es una cinta de 2002 dirigida por Kurt Wimmer, el mismo realizador de la recién estrenada Ultravioleta. Esta película asume las perspectivas futuristas presentes en las obras citadas: en un hipotético futuro posterior a una tercera guerra mundial, un estado totalitario erige una sociedad de ciudadanos de vidas homogeneizadas a las que se les prohíbe tener sentimientos bajo pena de muerte. A diario, todos los miembros de tan aséptica comunidad están obligados a tomar varias dosis del fármaco ‘prozium’ para evitar sentir, el mal que llevó a la humanidad al borde del cataclismo. Libros, música o cualquier otra manifestación artística están también vetados y, una vez encontrados, han de ser quemados de inmediato. Sentimientos de amor, solidaridad o compasión deben sacrificarse para evitar que afloren, de nuevo, el odio, la envidia o el egoísmo. Un grupo de resistentes, refugiados en el llamado ‘submundo’, guardan cuadros y libros y se niegan a aniquilar su parte emocional.


Título: Equilibrium.
Dirección y guión: Kurt Wimmer.
País: USA.
Año: 2002.
Duración: 107 min.
Interpretación: Christian Bale (John Preston), Emily Watson (Mary O’Brien), Taye Diggs (Brandt), Dominic Purcell (Seamus), Sean Bean (Partridge), Christian Kahrmann (Oficial), John Keogh (Químico), Sean Pertwee (Padre), William Fichtner (Jurgen), Angus MacFadyen (Dupont).
Producción: Jan de Bont y Lucas Foster.
Música: Klaus Badelt.
Fotografía: Dion Beebe.
Montaje: Tom Rolf y William Yeh.
Diseño de producción: Wolf Kroeger.
Dirección artística: Erik Olson y Justin Warburton-Brown.
Vestuario: Joseph A. Porro.
Estreno en USA: 6 Diciembre 2002.
Web (Alemania): www.equilibrium-film.de

Un cuerpo de élite, conocido como el de los clérigos, tiene una capacitación especial para desenmascarar, apresar y conducir hasta su ejecución a quienes osen sentir. Vestidos con unas túnicas de estética Matrix, estos agentes han sido adiestrados como armas letales y acompañan a los militares en sus incursiones por el submundo. Arrestan y matan a los resistentes y queman todo vestigio artístico que encuentren a su paso. El clérigo John Preston (Christian Bale) es uno de los más eficaces de los de su cuerpo: un radar detector del más mínimo atisbo de emotividad e impasible a la hora de ejecutar sus órdenes, incluso aunque tenga que aplicarlas a amigos o allegados. Pero todo cambiará para él a partir del día en el que, por azar, deja de tomarse su dosis de ‘prozium’. Se hace sensible al arte, como se nos muestra en una de las mejores escenas del filme cuando, como si de un momento epifánico se tratase, deja resbalar algunas lágrimas al escuchar los primeros acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven. A partir de ahí, su anestesiada vida de antes comienza a resquebrajarse mientras descubre la maravillosa ilógica del amor o la amistad. Y comenzará a entender, y a compartir, las razones de quienes luchan contra el poder establecido para no aniquilar lo que de humanos reside en ellos.

Deudora en sus escenas de acción de la coreográfica Matrix, con artes marciales a velocidad de vértigo y uso milimétrico de armas de fuego a dos manos, la película bebe en su trama argumental más de precedentes como el de Fahrenheit 451 o 1984. Algo que queda demostrado por esta sociedad vigilada constantemente por un régimen fascista que impone la igualdad militarmente. También por la gris estética moderna de este mundo tan apaciguado, de casas y edificios homogeneizados de hormigón, con interiores espartanos y sin ningún tipo de decoración, a excepción de una gran pantalla-pared por la que recibir las cíclicas soflamas del líder dictatorial (llamado aquí, con pretensiones divinizadoras, “Padre”).

Del reparto cabe destacar el trabajo de un Christian Bale que ya, antes de enfundarse el traje de Batman, comenzaba a exhibir músculo y sus sobradas dotes para la acción. Además, como sabe actuar (no como el sinsustancia Keanu Reeves, al que bien podría haber sustituido en Matrix), aportó los pocos detalles dramáticos precisos para su personaje.

Y con todos estos ingredientes, uno no entiende que una película como ésta, interesante aunque no soberbia, no haya llegado a estrenarse en España al rebufo del éxito comercial de antecedentes tan próximos como el de Matrix. A muchos de los devotos de la trilogía de los Wachowski, que los hay por doquier, les habría convencido, pero también a un público menos afín con estas cintas y más próximo a obras recientes como V de Vendetta, también producida por la particular pareja de hermanos. Nos quejamos de que el buen cine independiente norteamericano no llega o, si lo hace, aterriza con una larga demora a nuestras salas, pero sorprende que filmes como éste, destinados a liderar taquillas, no lleguen ni a distribuirse. ¿No le vieron su valioso potencial comercial? Pues no lo entiendo, cuando esta cualidad es la más ponderada en los estrenos de distribución masiva.


Blog de cine escrito por Matias Cobo.

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