Fosa común —fosa que alude al lugar del olvido y la injusta arbitrariedad de la memoria— empieza en los años de la transición española con la narración limpia, cercana y divertida de Jaime Arzain, un adolescente en trance de descubrir el amor, el sexo, la amistad, la música o la literatura en una ciudad de provincias castrense mientras el país asiste al desmoronamiento del franquismo, las primeras elecciones constituyentes y los constantes atentados de ETA en un ambiente de miedo, esperanza y desconcierto.
Años después, un Arzain maduro vuelve a esa ciudad enterrada para dialogar con las sombras de su pasado, evocando las ruinas de un mundo perdido y enfrentándose a aquel período de su vida recobrado y defraudado al mismo tiempo, como si toda la experiencia cobrara inesperadamente una naturaleza póstuma.
Finalmente, el propio autor lleva a cabo una exhaustiva y absorbente investigación del caso que ha asomado a lo largo de toda la novela sin llegar nunca a detallarse: el asesinato en 1975 de una madre y sus cuatro hijos a manos del padre de familia, capitán del ejército. Esta masacre indignamente silenciada abrocha el trasunto de una experiencia moral íntima y colectiva.
Fosa común, tan llena de humor como de gravedad, confirma que Javier Pastor es uno de los escritores más ambiciosos y radicales de la literatura española contemporánea.