Darse de bruces con un hipopótamo escapado de un zoológico en la primera página de una novela condiciona a un lector fácilmente impresionable y ávido de imágenes de impacto como un servidor. ¿Argucia periodística equivalente a un titular llamativo, fórmula obligada en estos tiempos que corren de impaciencia y necesidad de emociones fuertes?
Sea como sea, da resultado. Pero mejor no nos dejemos engañar por las apariencias. “El ruido de las cosas al caer” (galardonada con el Premio Alfaguara), aunque parezca pretender agarrarnos por las bravas, se sirve de mecanismos muy sutiles, de recursos propios de un astuto merodeador que nos observa secretamente mientras vamos siguiendo un camino marcado por medio de pistas estratégicamente dosificadas, racionando perversamente la información para que nuestra imaginación no deje de bullir. Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), si no fuera abogado y periodista, sería un buen decorador de interiores. Sabe dotar de equilibrio a sus espacios “narrativos” regulando con precisión los haces de luz argumentales: unas veces enfoca tenuemente un recuerdo del protagonista para que nos esforcemos en intuir sólo por las sombras lo que le rodea, mientras que otras apunta violentamente a un episodio que apenas es una pequeña pieza de un rompecabezas narrativo. Dueño de un estilo maduro de porte tradicional que no desprecia hallazgos contemporáneos, sus textos tienen un poso de clasicismo universal que deja en evidencia la recurrente etiqueta de “literatura latinoamericana”.
Alguien dijo una vez que la mejor manera de contar historias verídicas es inventarlas. Vásquez, un colombiano exiliado por una voluntad propia que nació del hastío y el temor ante una sociedad corrompida por el narcotráfico, se ha servido del texto que reseñamos para consumar una suerte de exorcismo mirando a la cara de sus demonios personales, regresando a la hostil Bogotá de los ochenta, década en la que su generación quedó marcada a fuego por la violencia y el miedo. Esa inquietante sensación de carencia de control sobre el destino de uno, esa amenaza continua que acecha a la vuelta de la esquina, es el sustrato de “El ruido de las cosas al caer”, una ficción muy “real” en la que el encuentro entre un joven profesor de derecho y un ex presidiario sirve al autor de pretexto para escarbar en los recuerdos de una rutina hecha de toques de queda y noticieros impactantes.
Pasado y presente, dos planos que se intercambian el protagonismo en la estructura del texto con naturalidad, se complementan para que podamos sentir como nuestra la historia reciente de Colombia. Partiendo de lo íntimo, Vásquez nos explica lo público con un relato tan bien construido y una prosa tan excelsa, que pasar por alto esta sentida recomendación sería un pecado por omisión.