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Literatura

Juan Gabriel Vásquez: Historia secreta de Costaguana

Autor: Juan Gabriel Vásquez
Título: La forma de las ruinas
Editorial: Alfaguara 18,90 euros

«Usted me ha eliminado de mi propia vida. Usted, Joseph Conrad, me ha robado.» Londres, 1903. José Altamirano, colombiano de nacimiento, acaba de llegar de un país caribeño de cuyo nombre ya quisiera olvidarse. Arrastra consigo varias culpas y una historia de la cual se arrepiente; ha sido testigo de las cosas más terribles que le pueden pasar a una persona y también a un país. Pero nunca habría imaginado el encuentro que el destino tenía programado para él. Nunca habría imaginado lo que le ocurriría después de conocer al famoso novelista Joseph Conrad.

Por esos días, Conrad está escribiendo una de sus novelas más ambiciosas: Nostromo. La novela ocurre en la república de Costaguana, país ficticio de América Latina. Para empezar a escribir, Conrad echa mano de sus recuerdos de juventud. Pero esos recuerdos no son suficientes. Es entonces cuando Altamirano le cuenta su vida al novelista, y al hacerlo cuenta también la historia colombiana, una historia de guerras y revoluciones que termina con un doloroso episodio: la separación de Panamá y la construcción de su Canal.

En Historia secreta de Costaguana hay aventura, historia y política. Con continuas referencias literarias (El Quijote, El jugador de Dostoievski, Victor Hugo…) seduce al lector desde el comienzo, dirigiéndose a él, cautivándolo, burlándose, mimándolo. Las técnicas narrativas de las que se sirve el autor hacen que la novela adquiera un lenguaje propio, a veces poético, otras irónico o provocador.

Juan Gabriel Vásquez introduce en la novela numerosos personajes históricos, que son los que llevan a cabo las revoluciones, los acuerdos. Sin embargo, los pilares de la historia son el padre –un personaje fascinante, luchador, que acaba por deformar la realidad sin darse cuenta movido por intereses nobles- y Joseph Conrad –cuya vida se describe mediante pinceladas a lo largo de la lectura-, Charlotte –la mujer del protagonista- y el protagonista. Al igual que ocurre en Nostromo de Joseph Conrad, en esta novela las emociones, el carácter humano y la aventura producen una pugna dramática entre intereses personales y espirituales. Un calidoscopio con el que el lector puede visualizar el imaginario de una época y sus personajes.

Una novela vigorosa, una historia del desarraigo, de la búsqueda de identidad y un destino, de una paternidad y una autoría.

El autor

Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor del libro de relatos Los amantes de Todos los Santos (Alfaguara, 2001) y de tres novelas, la última de las cuales, Los informantes (Alfaguara, 2004), fue recibida con elogios unánimes por la crítica y ha comenzado a ser traducida en Inglaterra, Francia y Holanda. Entre 1996 y 1998 vivió en París, donde hizo estudios de literatura latinoamericana en la Sorbona, y a finales de 1999, después de un año en las Ardenas belgas, se instaló definitivamente en Barcelona. Sus relatos han aparecido en antologías de Alemania, Francia, España y Colombia. Ha traducido obras de E.M. Forster, Victor Hugo y John Hersey, entre otros, y sus artículos aparecen regularmente en publicaciones españolas y latinoamericanas.

La crítica

«Una novela vigorosa, una historia del desarraigo, de la búsqueda de identidad y un destino, de una paternidad y una autoría». — JUAN MARSÉ

«Una odisea de la infelicidad, el encuentro de dos peculiares viajeros, y una fascinante reflexión, en clave colombiana, sobre la historia del dolor que no tiene historia». — ENRIQUE VILA-MATAS


«Es probable que después de leer mi novela los lectores quieran desesperadamente volver a leer a Conrad»

Juan Gabriel Vásquez.

P: ¿Cómo surge Historia secreta de Costaguana?

R: La novela tiene un origen concreto: una breve biografía de Joseph Conrad que escribí para una editorial colombiana en 2003. La posibilidad de que Conrad, un escritor por el que siento especial afecto, hubiera estado en Colombia, y la idea de que su novela Nostromo se haya podido basar en la historia colombiana, me habían fascinado desde mucho antes; pero nunca se me había ocurrido que esos hechos pudieran ser una especie de símbolo de algo más grande. Mientras escribía la biografía de Conrad me di cuenta de que esa situación, un novelista escribiendo desde el imperio sobre el triste destino de mi país, me permitía enfrentarme a temas importantes: el colonialismo político pero también cultural, y, sobre todo, la relación de mi país con la historia de Occidente.

P: ¿Quién era Joseph Conrad? Planteas que su vida podría estar llena de agujeros negros y de importantes mentiras o silencios?

R: Joseph Conrad fue un hombre que se reinventó más de una vez en el curso de su vida, y ése es uno de los temas que me obsesionan como novelista: la capacidad de los hombres de dejar atrás una vida y comenzar otra. Esas reinvenciones de sí mismo lo obligaron muchas veces a mentir, a ocultar datos de su vida o a modificarlos. Siempre ocultó, por ejemplo, su intento de suicidio, haciéndolo pasar por un duelo de honor. Sus empresas como contrabandista de armas —para los carlistas españoles, por ejemplo— siguen siendo un misterio, aunque él haya dado algunas pistas en sus novelas. El narrador de mi novela toca todos estos momentos oscuros de la vida de Conrad, aunque siempre con su particular tono, que no es para nada el tono de un biógrafo, sino más bien el de una persona obsesionada con otra.

P: ¿Podría decirse entonces que la novela es también una biografía de la obsesión? La de José Altamirano con Conrad y la de su padre, Miguel Altamirano, con la construcción del Canal de Panamá.

R: Sí, podría decirse. Éstos son los dos hilos de la novela. Primero: la obsesión de Miguel Altamirano con la empresa descomunal y sobrehumana que fue un canal entre dos océanos. Segundo: la obsesión del narrador, José Altamirano, con el novelista que (según él) dio cuenta equivocadamente de la historia de su país y al hacerlo le robó su vida. Esos dos hilos deberían idealmente resultar inseparables para el lector en lo que es la novela: una historia de aventureros. Así la veo. Historia secreta de Costaguana es una gran aventura. Nunca había escrito un libro en donde tantas cosas pasaran, donde realmente no hubiera respiro para el lector.

P: ¿Pero hay que conocer la obra de Conrad para apreciar cabalmente la novela?

R: Por supuesto que no. Conrad es tratado como un personaje más, de manera que el narrador proporciona toda la información necesaria para que el lector entienda y aprecie los temas y la trama de la novela. Pero si es cierto que no es necesario leer a Conrad antes de leer Historia secreta de Costaguana, también es probable que después de leer mi novela los lectores quieran desesperadamente volver a leer a Conrad.

P: La novela no es sólo una pequeña Historia sobre Colombia, pero es también eso. Y de alguna manera esta novela narra la Historia de muchos países latinoamericanos, y también incluso la de España u otros países europeos. ¿Se repite la Historia? ¿Es igual en cualquier latitud?

R: Mi novela se ocupa de la segunda mitad del siglo XIX, desde mediados de siglo hasta 1903. En esos años Colombia pasó por varias guerras civiles, reediciones del mismo conflicto entre conservadores y liberales. Ese enfrentamiento, que por supuesto es un enfrentamiento entre dos concepciones de la vida y de la política, se ha dado en todo el mundo occidental. La Guerra Civil española es una de las posibles versiones. Por eso me parece fácil que los lectores españoles conecten con el aspecto histórico de la novela.

P: Una de las cuestiones que planteas en el libro es si se puede ser ajeno a la política. Si se puede vivir al margen de los Grandes Acontecimientos. Parece complicado, ¿no?

R: Es complicado. Para el narrador, José Altamirano, la historia y la política son monstruos amenazantes, son criaturas dañinas de las que hay que defenderse. Su vida, su experiencia, las cosas terribles que le han sucedido, le han dictado eso. En la novela, el conflicto entre el individuo y la historia está presente en cada página. Yo sospecho que todos los seres humanos tienen en algún momento de sus vidas la revelación de estar haciendo parte de la historia. Algunos tienen el deseo de llegar a eso. Mi narrador quiere alejarse de todo eso, vivir su vida privada. ¿Es eso posible en un país como el mío? Éste es uno de los temas del libro.

P: Te preguntas: ¿Qué es Colombia? Y el narrador intenta dar respuesta con acritud, con sarcasmo, pero también con dolor.

R: La novela entera intenta, entre otras cosas, explorar esa pregunta: ¿qué es Colombia y qué significa ser colombiano? ¿Cuál es la historia que nos ha producido? Se trata, obviamente, del tema de la identidad, que siempre me ha obsesionado. Creo que la gran novela contemporánea de la periferia, la novela de los países que no están en el centro del mundo, es un intento de averiguar quiénes somos, cuál es nuestro lugar en ese mundo en cuyo centro no estamos. Las novelas de Peter Carey o de Orhan Pamuk, dos autores que me interesan muchísimo, tienen esa intención subterránea. Algunas de las grandes novelas latinoamericanas lo han intentado, desde Carlos Fuentes a Ricardo Piglia.

«He contado de nuevo la historia de mi país, pero completando sin miedo los espacios donde la historiografía no sabe lo que pasó o lo sabe de forma incompleta»

P: También hay un brillante y lúcido sentido del humor ¿Es la única forma de enfrentarte a temas tan cercanos a ti?

R: No. Pero era la única forma de enfrentarme al tema de esta novela. La novela es una reflexión sobre la historia de mi país, sobre la historia en general, sobre la relación entre la historia y la literatura… Pero lo que importa es quién la cuenta. Y quien la cuenta es un hombre que no puede evitar la ironía o el sarcasmo al enfrentarse a su tema. Es un hombre cuya voz distorsiona todo lo que toca. Es un narrador muy poco fiable, pero que todo el tiempo le está pidiendo al lector que confíe en él. Un tipo muy raro, en suma. Pero está bien que lo menciones, porque el humor es uno de los ingredientes clave de la novela.

P: Otro asunto es la reescritura de la Historia. “La historia es ficción”, escribes parafraseando a Robespierre. Es algo que ya planteabas en “Los informantes” y en lo que reincides ¿por qué?

R: Porque me obsesiona cada vez más. La escritura de la historia es inseparable de un cierto grado de invención, porque siempre viene filtrada por la experiencia y el lenguaje personales. No hay historia objetiva, hay sólo versiones de la historia.

P: ¿Tu novela distorsiona, entonces, la historia?

R: Claro que sí. Tanto la historia colombiana como la historia de la vida de Joseph Conrad. Por supuesto que no la distorsiona inventando gratuitamente, sin ton ni son. La distorsiona a través del tono, de la parodia, de la ironía, y la distorsiona llenando los vacíos que hay en la historia oficial. E.L. Doctorow, a quien admiro, dice que el novelista finge que las fuentes históricas son más variadas de lo que son realmente. Eso es lo que he hecho: contar de nuevo la historia de mi país, pero completar sin miedo los espacios donde la historiografía no sabe lo que pasó o lo sabe de forma incompleta.

P: ¿Es legítimo eso?

R: Por supuesto que sí. Es, de hecho, lo que diferencia la novela genuina de la mera historiografía novelada. Cuando uno cree, como creo yo, que la única razón de ser de la novela es decir lo que sólo la novela puede decir, escribir sobre la historia es difícil, porque corres el riesgo de decir cosas que ya se han dicho. Tu única opción entonces es, como dice Pamuk, “relatar la historia con algo nuevo, enriquecerla y cambiarla con la imaginación y la sensualidad de la experiencia personal”. Eso es lo que hace Historia secreta de Costaguana.

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