- El filón del cómic se vuelve rutinario
Por Matías Cobo
Era inevitable. La masiva adaptación de tebeos al formato cinematográfico ha derivado en el tedio a base de repetir fórmulas sólo matizadas por el cuanto más mejor, pero se intuyen ya claros síntomas de agotamiento en este maridaje. Porque tras haber recomenzado varias veces Spiderman, Batman, Superman o el Capitán América, o tras el debut de Iron Man, Hulk, Thor, Wonder Woman, Linterna Verde o el Doctor Extraño, amén de haber recreado nuevas historietas colectivas más allá de las pioneras de X-Men (Vengadores, Escuadrón suicida o Liga de la Justicia), el desembarco de los universos de Marvel y DC Comics parece encallado en la rutina y los clichés. Conquistadas todas las cotas visuales, quizá el formato precise de una reinterpretación por la vía del humor (las últimas de Spiderman o Thor), la del descaro más gamberro (Deadpool) o la asunción de enfoques adultos (Watchmen, 300, Sin City o los Batman de Nolan). Sea como fuere, el filón ya no parece tal ni cada nuevo megaestreno es recibido en loor de multitudes.
El desembarco de los universos de Marvel y DC Comics parece encallado en la rutina y los clichés. (…) El filón ya no parece tal ni cada nuevo megaestreno es recibido en loor de multitudes.
El octavo largometraje de Zack Snyder tampoco ofrece nada nuevo: ni para bien ni para mal. Estética y argumentalmente sigue el hilo conductor de su trabajo anterior, Batman v Superman, y enmienda errores de bulto presentes en esta cinta demasiado próxima al fiasco. Liga de la Justicia engarza con el relato de aquélla e incluye en su trama derivadas de la reciente Wonder Woman, una de las propuestas de la casa DC mejor acogidas. Probablemente al orfebre Zack, ya metido en nómina como realizador de la casa, también se le ha encomendado la labor de recomponer la maltrecha imagen de DC tras sonoros batacazos como el de Escuadrón suicida. De manera que, en la última producción de la competidora de la ‘Casa de las Ideas’, apenas se arriesga, se ofrece más de lo mismo —corregido y aumentado— y su resultado levemente se despega del aprobado alto. O sea, un magro balance para una película con aspiraciones y expectativas mayores.
El conservadurismo planea durante los 121 minutos de una cinta que, en cambio, no desfallece un ápice en lo visual desde su arranque con el Everybody Knows de Leonard Cohen versionado por Sigrid. Esta excelente puesta en escena nos sitúa en un mundo sin esperanza tras haber enterrado a su héroe y protector, el único capaz de salvar al planeta de otra devastadora amenaza, la representada por un malévolo alienígena resucitado y con sed de venganza. La poca sustancia de este antagonista, sumada a unos chistes flojos y a la escasa química del reparto, desemboca en una cinta de acción plana, carente de la épica y emoción esperadas. Por supuesto que, llevando la rúbrica de Snyder, quedan planos memorables y una fotografía modélicamente ajustada a la estética del cine-cómic, pero la sensación general es la de haber disfrutado el envoltorio de lujo de un caramelo sin sabor.
De continuar con este rumbo, tanto Marvel como DC seguramente deban tomarse un respiro en su ritmo actual de traslaciones de sus historietas del papel al cine porque corren el riesgo de exprimir tanto la gallina que sus huevos terminen por ser de hojalata. En Marvel Studios ya se vislumbran esos cambios en propuestas con enfoques diferentes como las recientes Spider-Man: Homecoming o Thor: Ragnarok, menos grandilocuentes, más cómicas y más autoconscientes de su rol como filmes de puro entretenimiento.