Es habitual la presencia de periodistas en el cine. A veces, su importancia es colateral y aparecen como personajes o elementos complementarios de la trama. En muchos de estos casos, cintas policiacas por ejemplo, el papel de la prensa tiende a verse de manera superficial y, habitualmente, se ofrece una nociva imagen basada en clichés reiterativos. Así, el reportero es descrito como alguien sin escrúpulos cuyo objetivo esencial, soslayando todo principio ético, es explotar los aspectos más sensacionalistas y morbosos de los hechos. Es de lo más frecuente esa imagen del periodista histérico y competitivo capaz de todo con tal de lograr la exclusiva que le catapultará al estrellato. Afortunadamente, películas más centradas en el asunto periodístico han compensado esta imagen trivial y la han matizado, profundizando en las rutinas de trabajo dentro de un medio y explicando los problemas a los que el profesional del gremio se enfrenta.
Pondré tres ejemplos de filmes dedicados a loar los grandes logros de la profesión, y otros tres de cintas donde la práctica periodística sale bastante mal parada.
Filmes que homenajean al Periodismo combativo / crítico:
Buenas noches y buena suerte (Good night and good luck): Ambientada en los primeros años del periodismo televisivo en EE.UU., en la década de los 50, la cinta rinde tributo a la figura de Edward R. Murrow y a su incondicional equipo de la CBS por la tenacidad y rigor con los que se enfrentaron al senador McCarthy y a sus estrategias para limitar la libertad de expresión desde el Comité de Actividades Antiamericanas. Fijaros si George Cloney, su director, quiso ser fiel a la práctica periodística que, como preparación de los rodajes, todo el reparto elaboraba un resumen de las principales noticias del día para hacerse cargo de cómo se sigue la actualidad diaria en una redacción. Eso sí, para adentrarse aún más en el aroma de la época, ellos trabajaban con las máquinas de escribir de entonces. Aún no la he visto (en Jaén no ha aterrizado aún), pero todos los comentarios leídos y escuchados hasta ahora apuntan a su excepcional guión, cercano al estilo documental, y a su encomiable valor como testimonio de la valerosa labor de Murrow y sus compañeros, capaces de asumir riesgos más allá de la mera preservación de sus puestos de trabajo.
El dilema (The insider): Excepcional película en la que un veterano productor del programa de reportajes de referencia en la CBS, 60 minutos, lucha encarnizadamente con los directivos de su cadena para proteger a su fuente, un alto directivo de una tabaquera dispuesto a hablar sobre los nocivos ingredientes usados en el tabaco para incrementar la adicción del fumador. Al Pacino interpreta al productor Lowell Bergman y Russell Crowe, en uno de sus mejores papeles, al directivo de la compañía especializado en los aspectos técnicos concernientes a la elaboración química de los cigarrillos. Pese a la titánica pelea de Bergman por preservar la integridad del mensaje de su fuente, la potente tabaquera del Doctor Jeffrey Wigand ejercerá una presión tal que el periodista llegará a perder el respaldo de su propia cadena. Bergman, cuyo caso es real y ahora se dedica a impartir clases en una Facultad de Periodismo, no cejó hasta poder contar la verdadera historia de Wigand. Lo logró, pero sus superiores le dejaron con el culo al aire y decidió dejar la cadena poco tiempo después.
Todos los hombres del presidente (All the president’s men): Basada en el Watergate, uno de los hitos más famosos del periodismo de investigación norteamericano, la cinta muestra de manera pormenorizada la labor de Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman) durante la investigación de los registros ilegales que el partido republicano (liderado por el presidente y candidato Nixon) realizó a la sede de su oponente, el demócrata. Las detalladas informaciones de ambos periodistas, a partir de las decisivas declaraciones de Garganta Profunda, terminaron por costarle la dimisión al presidente Nixon. El guión abunda en una profusión de detalles que quizá, para los poco adentrados en los pormenores del caso, pueda llevar a veces a la pérdida, pero el filme de Alan J. Pakula es comprensible como excelente monumento al mejor periodismo, a aquel cuya valentía le hace erigirse en ese contrapoder esencial de toda democracia. A diferencia de lo ocurrido en El dilema, como ha declarado Lowell Bergamn, aquí sí hubo un respaldo sin fisuras de los editores del Washington Post hacia sus reporteros.
Filmes donde se muestra la peor cara del Periodismo y que debieran ser útiles para la siempre necesaria autocrítica:
El precio de la verdad (Shattered glass): Inspirada en el reportero Stephen Glass de The New Republic, una de las revistas norteamericanas más influyentes, la cinta cuenta cómo Glass fue capaz de saltarse todos los filtros de corroboración interna de los artículos e inventarse la mayoría de sus más brillantes historias. Este caso de fraude periodístico levantó ampollas entre la profesión y demostró que, pese a las fórmulas de autoverificación, éstas eran ineficaces ante la pericia de un ambicioso vende burras capaz de inventarse sus propias anotaciones para sus artículos falsos. Hayden Christensen, demostrando que hay vida más allá de Anakin Skywalker, hizo una interesante interpretación del joven Glass, mostrando su involución personal y profesional arrastrado por su espiral de mentiras. Aunque me gustó especialmente el papel de Peter Sarsgaard como Charles ‘Chuck’ Lane, elegido director tras el despido de Michael Kelly (Hank Azaria). El guión es interesante, ya que juega a una deliberada ambigüedad entre las realidades creadas por Glass y la verdadera y cruda realidad: es decir, la inexistencia de aquéllas.
Network, un mundo implacable (Network): Retrato ficticio e hiperbólico sobre la degeneración alcanzada por los directivos de una cadena a la hora de programar sus contenidos, a cada cual más despreciable, para remontar en los índices de audiencia. Lo interesante de este filme de los 70 radica en su capacidad para vislumbrar los pocos límites éticos de los programadores televisivos cuando se trata de pulsar los más bajos instintos del público en busca de las audiencias masivas. Aunque la cinta llega a límites insospechados al programar incluso un reality-show sobre secuestros reales perpetrados por una banda de terroristas real, la dialéctica del ‘todo vale’ presente en ella parece de lo más verosímil comparada con el panorama televisivo actual. Esta brillante cinta, ganadora de cuatro Oscar en 1977, contó con un reparto de lujo encabezado por Peter Finch, Faye Dunaway, William Holden y Robert Duvall.
Primera Plana (The Front Page): Estrictamente no se puede considerar esta brillante comedia de Billy Wilder un filme de crítica al Periodismo, pues mucho de lo que en ella se narra son verdades como templos sobre él, aunque sí hay mucho de censura a través del personaje del director Walter Burns (Walter Matthau). Este megalómano personaje será capaz de fastidiarle una relación amorosa a su mejor reportero y amigo, Hildebrand ‘Hildy’ Johnson (Jack Lemmon), para que éste no deje el periódico y cubra una sensacional historia ocurrida justo cuando pretende aparcar su vida periodística y casarse. Se valdrá de todos los ardides para reengancharle a la droga periodística, mientras que Hildy intentará capear sus trampas para escapar y entregarse al amor de Peggy Grant (una jovencísma Susan Sarandon). El maestro Wilder dirige con su inteligencia habitual este frenético filme donde la brillantez de las frases es tanta como la celeridad con la que sus protagonistas las expresan. La pareja Lemmon-Matthau, inconmensurable como en sus mejores filmes, se bate en un continuo duelo dialéctico repleto de ingenio.