Me impresionó Syriana. Cierto es que su escalofriante relato puede ser más o menos inferido: ¿Quién no piensa a estas alturas que los dirigentes de los países árabes usan sus ricos recursos energéticos para contentar al primer mundo y vivir a cuerpo de rey, en lugar de mejorar la vida de sus depauperadas poblaciones?; ¿o quién no intuye que el caldo de cultivo del terrorismo suicida es la ideologización de jóvenes descontentos con su negro futuro y receptivos a los mensajes de odio a las ‘malvadas’ democracias occidentales? No obstante, la aguda y poderosa explicitación de todos estos hechos, y otros más escalofriantes, convierte a esta cinta coral en un necesario y clarividente fresco sobre los turbios negocios que gobiernos, petroleras y agencias de espionaje urden para controlar el valeroso y escaso oro negro.
La palabra Syriana es usada entre algunos ámbitos políticos para referirse a un hipotético y futuro estado de paz y equilibrio en Oriente Medio
Cooproducia por gentes de negocio hollywoodiense muy comprometidos con espinosos asuntos políticos, como George Clooney o Steven Soderbergh, Syriana es el segundo trabajo como director del guionista de Traffic, Stephen Gaghan. Tanto Clooney como Matt Damon, los nombres más conocidos del reparto, rebajaron sustancialmente sus emolumentos en este proyecto. Clooney, en uno de sus mejores papeles, donde no va de guapo, ni de héroe, rubrica una compleja interpretación, llena de matices y en la que quiso poner todo su talento, a juzgar por los 20 kilos que engordó para su personaje.
Con un guión repleto de breves e incompletas escenas que se suceden unas a otras , el filme exige la total atención del espectador. No le da tregua pero, si se sigue el hilo, tampoco le abandona a su suerte mediante una pose de complejidad indescifrable. En esencia, la cinta se centra en dos temas: el poder de dos petroleras norteamericanas, capaces de movilizar a la CIA para que medie en una operación de fusión y todos los elementos juegen a su favor; es decir: que el rico mandamás dueño del petróleo se pliegue a su oferta, en lugar de la más ventajosa para su pueblo procedente de un comprador chino; y finalmente relaciona esta dejadez del gobernante árabe con el abandono de una población empobrecida, hastiada y, como consecuencia de ello, idónea para ser reclutada por radicales religiosos como bombas humanas contra Occidente.
Y pese a la brevedad de las secuencias, el guión llega a esbozar un preciso retrato de la vida y las motivaciones que mueven a los principales personajes del filme. A unos sólo les impulsa la ambición de dinero y poder, y sus descuidadas vidas privadas casi les resultan un estorbo, una rémora (como al abogado Bennett Holiday interpretado soberbiamente por Jeffrey Wright). En consecuencia es habitual verles siempre en el trabajo y solos. Otros, como el agente de la CIA interpretado por Clooney, han visto tanta corrupción a su alrededor que tampoco se han resistido a caer en las tentaciones del dinero fácil. Aún así, este personaje casi mereciera ser elevado a los altares frente a sus cobardes compañeros y amigos, capaces de apuñalarle pese a ser conscientes de su encomiable hoja de servicios.
La palabra Syriana es usada entre algunos ámbitos políticos para referirse a un hipotético y futuro estado de paz y equilibrio en Oriente Medio. A juzgar por este descarnado retrato, este concepto parece aún difícilmente materializable.