El director de fotografía habitual de Christopher Nolan, Wally Pfister (El Caballero Oscuro,Origen…), consigue inquietarnos en su primer trabajo como realizador. El propio comienzo de la cinta reclama nuestra atención con una sugerente hipótesis que nos sitúa en una sociedad pretecnológica tras el desmoronamiento global de las redes. Tal involución lo provocó un caos cuyo origen y desarrollo aborda este entretenido thriller con ribetes de ciencia ficción. El enfoque del filme no es del todo original, a juzgar por la larga lista de propuestas preocupadas por los peligros de la tecnificación excesiva en detrimento de lo humano. Matrix, Blade Runner,Yo, Robot, Inteligencia Artificial o Minority Report ya abordaron, cada una a su modo, los inevitables conflictos entre hombres y máquinas, entre el exponencial progreso técnico y los límites a un desarrollismo sin control.
Si acaso lo más atractivo de esta Trascendence sea el situarnos justo en ese momento en el que los avances de la ciencia han generado una seria fractura social entre quienes sólo ven ventajas y posibilidades ilimitadas (hasta el extremo de poder curar un cáncer, una parálisis o una ceguera) y quienes advierten de los peligros de esta glorificación del progreso científico cual Deux ex machina. De hecho, esa división no se limita a una mera discrepancia en el terreno ideológico, sino que grupos de activistas incluso usan la violencia para torpedear los descubrimientos del equipo encabezado por el Dr. Will Caster (Johnny Deep).
La idea de Caster es combinar todos los conocimientos existentes en una inteligencia artificial interconectada y con rasgos emocionales. Su mujer Evelyn (Rebecca Hall) y su amigo Max Waters (Paul Bettany) secundan sus investigaciones, pero son conscientes de los peligros inherentes a ellas, así como de las dificultades crecientes ante la ola de amenazas provenientes de organizaciones anti-tecnológicas. Las nobles aspiraciones de Evelyn de «querer curar el planeta» contienen un sobrecogedor envés: ¿el camino emprendido podría derivar en la creación de un dios capaz de trascender a todos los individuos en pos de un bien mayor? Esa aterrodora duda comenzará a tomar cuerpo cuando a los tres científicos se les vayan de los manos sus hallazgos.
Con una factura cuidada y apropiada para ubicarnos en un futuro no muy lejano pero sí mucho más desarrollado tecnológicamente respecto a nuestro presente, la cinta cojea en un final más predecible y menos sugestivo que su puesta en escena. Incluso ese tufillo moralizante en unas últimas secuencias con afán doctrinario le resta algo de brillo a un filme que, en cualquier caso, sí ofrece algo más del típico entretenimiento palomitero del verano.